Lo que se vivió en el espacio radial El Pulso Político de Ondas de Ibagué no fue una entrevista cualquiera. El exalcalde de Ibagué, Andrés Hurtado, aprovechó los últimos minutos del programa para dejar caer una bomba que venía preparando con precisión quirúrgica: un ataque directo, crudo y cargado de verdades ocultas contra el exgobernador Ricardo Orozco.
Así arrancó la descarga. Hurtado, con voz firme, denunció que Orozco —en reuniones con periodistas y abogados— ha dicho abiertamente que lo va a encarcelar. Pero en vez de temblar, el exmandatario decidió arremeter: le recordó al alfil del barretismo su oscuro pasado judicial.
“Lo que se desea al prójimo, se devuelve. Usted fue destituido de la Policía en 1990, capturado por tentativa de homicidio en 1998 y salió por vencimiento de términos. Pero nunca limpió su nombre. Sus manos quedaron manchadas de sangre”, manifestó.
Hurtado no se quedó en lo personal. En su ataque incluyó una de las joyas de la vergüenza en el sur del Tolima: el hospital de Rioblanco. Fue uno de los momentos más duros ya que denunció el abandono del centro asistencial del municipio, el cual fue demolido bajo la administración de Orozco y hoy, dos años después, sigue siendo un lote vacío.
“Diseñaron un hospital que no cabe en el terreno. Hoy los habitantes no tienen dónde ser atendidos. Y eso, Ricardo, es responsabilidad suya”, señaló.
Con tono de reivindicación, Hurtado sacó pecho: el panóptico, los escenarios deportivos, los megacolegios, la USI de Picaleña, las placas huella. En contraste, pintó a Orozco como un político que “persigue, señala y destruye”, pero no cumple. “Yo no me escondo en cafés a hablar mal de nadie. Yo doy la cara. Y exijo respeto”, dijo.
Y en la política —como en la gallera— cuando el gallo viejo cacarea mucho, es porque ya sabe que el nuevo viene a desplumarlo.