Mientras millones de colombianos conmemoran la Semana Mayor en recogimiento espiritual, en el Congreso varios rezan, pero no precisamente por devoción. Desde Cambio Radical, el senador Carlos Fernando Motoa decidió desempolvar el catecismo político y armarle su propio viacrucis al presidente Gustavo Petro. Y lo hizo al estilo de los púlpitos: con los siete pecados capitales como metáfora y látigo.
Motoa no se anduvo con rodeos: Petro representa, según él, todo lo que está mal en un gobierno. “Avaricia, envidia, pereza y soberbia” fueron las cuatro puntillas que clavó en su cuenta de X, cargadas de dardos simbólicos y retórica bíblica. Un espectáculo político-religioso que rápidamente se volvió tema de sobremesa.
Motoa calificó de “acto de avaricia política” el proyecto estrella del Gobierno: la Paz Total. Según él, en lugar de traer armonía, permitió que los grupos armados se fortalecieran como nunca. Citando cifras alarmantes, aseguró que el 30% del país estaría hoy bajo control criminal, y que la estrategia no ha hecho más que entregarle el territorio a las disidencias.
Óscar Ocampo, también de Cambio Radical, le hizo segunda: “¿Quién va a sacar este corcho en el remolino de la incapacidad?”, escribió en redes, mientras tachaba la política de ceses al fuego como un salvavidas para narcotraficantes y disidentes.
El segundo pecado, según el senador, es la “envidia”, y apunta directamente a lo que ve como una vendetta ideológica contra el sistema de salud. Motoa afirma que Petro, incapaz de imponer su reforma, optó por dinamitar las EPS desde adentro, interviniéndolas, congelando recursos y dejando al paciente —literalmente— en cuidados intensivos.
“El país volvió al Seguro Social: filas interminables, desabastecimiento de medicamentos y una ciudadanía desesperada”, dijo Motoa, rematando con cifras de la Defensoría que reportan un aumento del 75% en quejas entre 2023 y 2024.
La “pereza”, según Cambio Radical, se le nota al presidente en su fracasada cruzada energética. Motoa dice que Petro vendió el paraíso verde, pero entregó desierto. Sin exploración de gas, sin autosuficiencia energética, sin hoja de ruta clara, y con las comercializadoras de energía gritando por auxilio, la transición quedó en un sermón sin resurrección.
Finalmente, la “soberbia” fue asociada con el colapso del sector vivienda. Motoa afirma que el Gobierno manoseó el programa Mi Casa Ya hasta dejarlo irreconocible. “Un día lo cambia, al otro lo revierte, al siguiente lo congela. Resultado: familias frustradas, desistimientos masivos y una crisis habitacional sin precedentes”, acusó.
Lo cierto es que la oposición no perdonó ni en Semana Santa. Y mientras la Casa de Nariño guarda silencio ante el viacrucis simbólico, el morbo político ya se esparce como incienso: ¿cuál será el siguiente pecado? ¿Lujuria con el gabinete? ¿Gula de contratos? ¿Ira contra la prensa?
Colombia, como siempre, entre la cruz, la espada… y el trino venenoso.