Contra viento, marea… y mezquindad política. Así resumió la alcaldesa Johana Aranda el camino tortuoso que terminó —por fin— con la inauguración del Complejo Acuático de la calle 42, el último escenario deportivo que faltaba para cerrar la vieja y amarga herida que dejó el desfalco de los Juegos Nacionales en 2015.
Pero esta no fue una inauguración cualquiera. Fue un grito de victoria. De esos que incomodan a quienes viven soñando con verla caer.
"Pasaron mil cosas que nos pusieron a prueba", dijo Aranda desde el borde del vaso olímpico. "Pero esta ciudad jamás se rindió. Aquí estoy, de pie, por encima del odio, de los ataques rastreros, de los que no soportan que una mujer gobierne". Y no era solo un discurso: era una descarga emocional contra esa oposición "mezquina" que ella misma denunció como enemiga de la esperanza de la gente.
Con velas en mano, 100 deportistas desfilaron iluminando el agua. Un símbolo poético para una ciudad que, durante una década, nadó en la oscuridad de la desidia política. Y mientras la luz de las velas se multiplicaba sobre las olas, Aranda martillaba un mensaje claro: "Hoy, los sueños no solo flotan: resplandecen".
El momento más emotivo de la noche fue cuando los obreros que construyeron el complejo entraron en escena con camisetas que decían "Yo también lo hice posible". Porque si algo dejó claro la Alcaldesa es que esta obra no es de partidos ni colores: "Tiene el color del esfuerzo que madruga, del cloro que purifica sueños, del alma ibaguereña que cae mil veces y mil veces se levanta".
Aranda también gradeció a los contratistas, a los obreros, a los veedores, a sus propios secretarios, a la gobernadora Adriana Magaly, al exalcalde y actual ministro de Salud Guillermo Alfonso Jaramillo —por arrancar el rescate deportivo—, y con un mensaje aún más picante, al exalcalde Andrés Hurtado, el gran promotor de la adjudicación que puso en marcha la obra: "Gracias, Ingeniero, por sostener este sueño cuando llegaron vientos contrarios", manifestó.
Pero la frase de la noche, la que dolió y emocionó a partes iguales, fue lapidaria:
"Este complejo no tiene color político. Tiene el color del alma de Ibagué."
Y como si fuera poco, cerró la fiesta con el encendido de la llama olímpica y un show de fuegos artificiales que gritaban al cielo lo que ella repetía en la tarima: ¡LO HICIMOS POSIBLE!