Lo que debía ser un símbolo de grandeza terminó convertido en una piscina improvisada. El Coliseo Menor Enrique Triana Castilla, recién inaugurado por la gobernadora Adriana Matiz el pasado 1 de abril, amaneció encharcado tras las lluvias del fin de semana. No pasó ni un mes y ya está dando pena.
La denuncia fue hecha por veedores ciudadanos que acompañaban una visita de la Contraloría General de la República. En medio del recorrido, el ingeniero Alberto Tello no solo pisó charcos, sino que evidenció goteras en el Coliseo de Gimnasia y hasta en el Alberto Castilla. Las colchonetas de la Liga de Gimnasia Artística, empapadas, fueron la cereza en el pastel.
Según los veedores, el escenario se entregó a medias. “Siguen con las obras, se ven bultos de cemento, herramientas y obreros como si nada. Esto se inauguró con afán, sin estar terminado”, aseguró Tello.
Y no es solo el agua: la estructura está por debajo del nivel de la carrera Quinta, lo que exigía obras de protección pluvial que nunca se hicieron. Resultado: el agua entra como Pedro por su casa.
El escenario, que costó la escandalosa cifra de $22.000 millones, ahora será objeto de un proceso de control fiscal por parte de la Contraloría. Y es que cuando la lluvia revela las notables fallas de una administración, no hay tapabocas institucional que alcance.
Si esto es lo que pasa con la obra “emblema” de Matiz, ¿cómo estarán las demás? A veces, las lluvias no solo inundan: también destapan. Porque cuando el cemento esconde los afanes políticos, tarde o temprano, se filtra la verdad.
