Los resultados fueron demoledores: 2.980 votos contra los 451 del Partido Conservador.
Una diferencia tan grande que dejó a los azules mirando al piso y a los jóvenes gritando en las calles: “La independencia se impuso”.
El golpe dolió. En el Cañón del Combeima, donde el senador Óscar Barreto suele marcar el paso de su tropa, se respira molestia y desconcierto. Una fuente del propio conservatismo lo resumió así:
“Fue una muenda en toda regla. Se confiaron. Pensaron que el poder se mantenía con contratos, no con gente”, dijo.
Ni la estructura del alcalde Wilson Gutiérrez, ni los funcionarios que jugaron abiertamente por el barretismo, lograron movilizar a los jóvenes.
Y es que los números no mienten: mientras el conservatismo apenas arañó 451 votos, Somos Juventud —la lista apoyada por Díaz y Huertas— arrasó con casi 3.000 sufragios.
El mensaje fue claro: los jóvenes ya no creen en los mismos de siempre.
“Este resultado es el reflejo de una juventud que no se deja comprar, que quiere un cambio real, con dignidad y propósito”, dijo Adriana Huertas, sonriente, tras el escrutinio.
Un alcalde sin rumbo ni respaldo
El alcalde Wilson Gutiérrez no solo perdió políticamente; perdió la calle, la narrativa y la confianza de sus aliados. Su gobierno, cuestionado por las obras inconclusas, los líos contractuales y las peleas internas, no logró convencer ni a los jóvenes.
En las redes locales, algunos votantes fueron más duros:
“El alcalde ni gobierna ni inspira. Perdió con los pelados, perdió con el pueblo y perdió con su gente”, escribió un líder juvenil en tono de burla.
Incluso dentro del barretismo hay reproches.
Fuentes cercanas al senador aseguran que Barreto no ocultó su malestar por el papelón electoral en la segunda ciudad del Tolima, y más aún por haber sido derrotado por una pareja que ha construido poder sin chequera y sin padrinos.
Mientras en la sede azul hacen cuentas y buscan culpables, Mario Díaz y Adriana Huertas celebran un triunfo que no fue casualidad.
Desde hace años vienen construyendo una base política sólida, con trabajo social, educación y resultados visibles.
Díaz transformó el ITFIP en una institución de referencia regional, mientras Huertas se convirtió en una voz fuerte, incómoda y respetada en el municipio.
Ambos representan lo que muchos llaman “la nueva clase política”: sin apellido, sin maquinarias, pero con carácter.
“Nos quisieron callar, pero nos hicimos más fuertes. Este triunfo es del pueblo, no de los poderosos”, aseguró Huertas.
El movimiento que dice lo que otros callan
En un Tolima acostumbrado a la política de favores, Somos Independientes se volvió un fenómeno difícil de ignorar. No hacen ruido con plata, sino con resultados. No prometen cambio, lo encarnan. Y sobre todo, no le temen al poder, aunque el poder sí les tema a ellos.
“Sin escándalos, sin padrinos y sin roscas, Somos Independientes se convirtió en el movimiento que más crece en el Tolima. Incomoda, sí, pero dice la verdad”, resume un dirigente que conoce los movimientos del tablero político departamental.
Mientras tanto, en El Espinal, los jóvenes celebran. Y los barretistas, en voz baja, se preguntan cómo fue que una lista sin maquinaria les ganó la partida. La respuesta, quizás, está en la calle: la gente está cansada, y los independientes le están poniendo nombre y rostro a ese cansancio.