El Juzgado Séptimo Penal del Circuito de Ibagué acaba de darle una estocada judicial a quienes buscaban borrar a toda costa la huella simbólica del exalcalde Andrés Hurtado en la infraestructura deportiva de la ciudad.
En fallo de segunda instancia, el despacho confirmó que no procede la acción de tutela interpuesta para cambiar los nombres de los escenarios “Coliseo Mayor La Fe en Dios” y el “Parque Deportivo La Gloria de Dios”.
Los demandantes, Hernando Salazar Palacio y Antonio Melo Salazar, alegaban que los nombres “violaban el principio de laicidad del Estado” y afectaban la libertad de culto de los ciudadanos. Pero el juez fue tajante: la tutela no es el camino para este tipo de cruzadas simbólicas, y los demandantes tendrán que buscar otra vía —como una acción popular— si quieren seguir en su pelea contra lo que consideran una ofensa celestial.
Con argumentos constitucionales bajo el brazo, los demandantes intentaron lo que algunos analistas ya catalogan como una cruzada laicista con tufo político: borrar los nombres con carga religiosa que dejó el gobierno de Hurtado.
Pero el fallo fue claro: los derechos colectivos no se protegen por tutela, y en este caso no se probó ninguna afectación concreta, directa y real contra los derechos fundamentales de los accionantes. Es decir: no basta con que algo no guste, hay que probar que afecta. Y eso no ocurrió.
El juez Norberto Ferrer Borja dejó sentado que la acción de tutela no puede ser usada como atajo para cambiar actos administrativos ni para pelear batallas simbólicas disfrazadas de defensa de derechos. En términos políticos: los nombres se quedan tal como los dejó Hurtado, al menos por ahora.
Para el hurtadismo, el fallo es más que una victoria legal: es un respaldo simbólico. “La Fe en Dios” y “La Gloria de Dios” no son solo nombres. Son una marca política que hoy sigue viva —y blindada— en el cemento y el letrero.
Detrás de todo esto, como siempre, hay algo más: la lucha por el relato, por la memoria, por quién dejó qué, y por qué no lo pueden borrar tan fácil.
Y mientras tanto, los escenarios siguen funcionando, los nombres siguen colgados… y los enemigos políticos de Hurtado, rezando —esta vez sí— para que algún juez les dé la razón. Aunque con esta decisión, parece que ni los santos los están escuchando.