En política no hay enemigos permanentes, solo intereses en disputa. Y la pelea por Enterritorio, el fondo que maneja un billón de pesos en estructuración de proyectos, lo deja más que claro.
Mientras el gobierno de Gustavo Petro busca recomponer mayorías, los conservadores se han lanzado en una guerra interna por el control de la entidad. Pero lo más llamativo es que, entre los más interesados en quedarse con la tajada, figuran nada menos que los barretistas, férreos opositores del gobierno nacional.
De acuerdo con La Silla Vacía, el senador Óscar Barreto y su aliada, la gobernadora Adriana Magaly Matiz, han sido duros con el gobierno Petro, especialmente en temas de seguridad. Matiz incluso confrontó al presidente en público con una postura desafiante. Pero cuando se trata de burocracia y contratos, los principios parecen ser más flexibles. Ahora, su grupo político está empujando la candidatura de Nora Esperanza Luna para que lidere Enterritorio, la misma entidad que Petro entregó a los conservadores como parte de su estrategia de gobernabilidad.
La pelea comenzó con la salida de Lina Barrera, una conservadora cercana a Iván Duque, quien renunció para buscar un escaño en la Cámara de Representantes en 2026. Los conservadores no quisieron soltar el control de Enterritorio y presentaron dos candidatos: Hilda Rivas, impulsada por el representante Nicolás Barguil, y Nelson Pérez, promovido por Ingrid Sogamoso. Sin embargo, ninguno convenció a la Casa de Nariño.
Ahí es donde entraron Barreto y Matiz, quienes vieron la oportunidad perfecta para meter su ficha, a pesar de ser opositores al petrismo. Sus representantes en la Cámara, Gerardo Yepes, Alejandro Martínez y Delcy Isaza, están moviendo la hoja de vida de Luna con fuerza. Y aunque en los discursos critican a Petro, en la práctica no tienen reparos en buscar beneficios de su administración.
El barretismo, que ha hecho de la confrontación con el gobierno una bandera política, ahora se mueve como un aliado estratégico cuando le conviene. No es la primera vez que Barreto juega en dos orillas: por un lado, impulsa su oposición en el Tolima para consolidar su poder territorial; por otro, mueve fichas en Bogotá para mantener el control burocrático y preparar el camino para que su sobrino, Santiago Barreto, herede su curul en el Senado.
La pregunta es si el gobierno de Petro cederá ante la presión de sus detractores o si, por el contrario, marcará distancia de quienes lo critican en público, pero lo buscan en privado para obtener poder. En la política, la hipocresía no es un pecado, sino una estrategia. Y en el barretismo, parece ser una especialidad.